26 Nov Edulcorantes y desgana
Sustitutos del azúcar
Sacarina, estevia, aspartamo, xilitol, manitol, sorbitol, fructosa. ¿Qué tienen en común? Todos son edulcorantes. Sustitutos del azúcar. Durante años han tenido muy buena prensa, y de hecho, se siguen publicitando en el mercado como «aptos para diabéticos», aunque lo más probable es que ahora los encuentres en productos anunciados bajo el omnipresente mantra «SIN AZÚCAR».
Ambas etiquetas no faltan a la verdad. Los productos edulcorados no contienen azúcar, y por eso los edulcorantes no provocan un pico de glucosa en sangre.
¿Eso los hace mejores que el azúcar? Ya hemos hablado de los peligros del exceso de glucosa, que lleva a la resistencia a la insulina. Pero no hay nada que metamos en nuestro cuerpo que sea inocuo, así que veamos qué pasa con los edulcorantes:
Dulzor natural
Existe una escala que mide el dulzor de los alimentos. En esa escala, ningún producto natural sobrepasa el nivel de 6. La miel, que es lo más dulce que nos da la Naturaleza, está en 6. Y todo producto que pase de 6, está fuera de la ruta metabólica de la mitocondria.
Eso significa, básicamente, que nuestro organismo no los metaboliza con facilidad, es decir, que son difíciles de absorber por nuestro intestino.
La estevia tiene una puntuación de 12 en la escala del dulzor, la fructosa está en 10, y lo mismo todos los productos sintéticos que terminan en «-tol».
Déficit energético
Cuando el intestino no puede absorber bien un elemento, el aparato digestivo tiene que trabajar con esfuerzo, y el gasto energético de digerir esa cosa que comiste es mayor que la energía obtenida al comerlo. Por este motivo, cuando comemos productos edulcorados, suelen dejarnos con una sensación de modorra y cansancio.
Procesamiento hepático
Al final, tras ese desgaste intestinal, el edulcorante llegará inevitablemente al hígado, que es nuestro químico particular. Pero ya hemos dicho que el xilitol de turno o la fructosa no son glucosa, y por tanto, no pueden ser usados por las células. Así que el hígado se encuentra con una cosa que no le sirve, pero no puede desechar porque ya fue absorbido. Así que la solución del hígado es almacenarlo.
¿Dónde y cómo se almacenan estos productos? Se almacenan como grasa ectópica, es decir, grasa que se deposita en el propio hígado, en el páncreas, el músculo, etc.
Barra libre de edulcorados
La paradoja es que aunque estos productos no nos aportan nada más que dulzor, no tienen freno, no te sacias de ellos, porque no están incluidos en la ruta de nuestro metabolismo.
Resultan ser tan extremadamente adictivos, que tras solamente dos días comiendo un producto edulcorado, nos volvemos adictos a ese producto en concreto.
La desgana edulcorada
Para rematar la faena, los edulcorantes restan energía hipotalámica, lo cual induce al organismo al sedentarismo. Cuando nos excedemos con dulces y edulcorantes, nos quedamos sin energía y sin ganas de movernos, emocionalmente nos cerramos a los nuevos retos y desafíos, y nos volvemos proclives a estados depresivos.
Resulta desconcertante estar consumiento productos sin azúcar con la consciente intención de cuidarse, y sentir que uno no solo no se siente mejor, sino que no baja de peso, engorda (por la acumulación de grasa hepática) y además se siente sin ganas de moverse.
Pasa de edulcorantes, no abuses de los azúcares y usa aquellos que tienen menor índice glucémico. A nosotros nos encanta el azúcar de coco, pues contiene fucosa que no provoca picos de insulina. Pero recuerda que lo que es amargo por naturaleza, debe ser amargo.
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Fuentes:
Formación Reset, de Línea Alba
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Juan S-C Suárez
Posted at 16:36h, 30 noviembre¡Qué gran artículo! Es uno de los temas que más confusión crea a quien trata de seguir unos hábitos saludables de alimentación, y la actual legislación del etiquetado de alimentos y bebidas no ayuda precisamente a que se tomen las decisiones más acertadas…
Muchas gracias por aportar luz a este asunto 🙂
PNI - Avocados
Posted at 09:48h, 01 diciembreSin duda Juan! La normativa y los lobbies de la alimentación son una pinza que con su presión aumenta la desinformación del consumidor. Eso sin duda es un tema para debatir. El conocimiento es poder! Gracias por comentar 😉
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