La sociedad del cansancio

La sociedad del cansancio

La sociedad del cansancio

A veces sufro de cansancio. Es un agotamiento de correr hacia delante, con una inercia que me impide parar y reflexionar enteramente sobre mis objetivos.

Tomo prestado el título del best-seller del filósofo Byung-Chul Han, quien en su obra define la sociedad actual como una sociedad de rendimiento, cuyos sujetos son “emprendedores de sí mismos”.

El verbo que caracteriza a esta sociedad de rendimiento es poder, poder sin límites: “Yes, we can”, ¡Nosotros podemos! Podemos con lo que nos echen encima, podemos ser lo que queramos. Somos la sociedad de los proyectos y las iniciativas infinitas, alimentados con la inagotable gasolina de la motivación.

Parece que el afán de productividad y consumismo nos ha vuelto esclavos de nosotros mismos. Nos hemos vendido (nunca mejor dicho) la idea de que somos capaces de cualquier meta que nos propongamos, y tras comprarla, nos vemos obligados por nosotros mismos a corroborar una y otra vez que es cierto, que somos los más capaces.

El resultado de esta neurosis es una sociedad cansada, un ejército de almas agotadas en busca de la felicidad.

 

Caer derrotado o continuar neurótico

La alternativa a esta carrera de ansiosa actividad es pararse. Lo que pasa es que, en medio de la letanía continua del “tú puedes” al ritmo de la música de Tik Tok, Instagram y las playlists de Spotify para runners, detenerse suena a reconocer, que, quizá, a lo mejor uno no puede tanto como creía.

Da miedo pensar que en un mundo vertiginoso donde el más tonto hace relojes, uno mismo ni siquiera se puede mantener en la carrera. No hay escapatoria: o uno es un fracasado, o sencillamente es que está defectuoso.

Entonces, lo que hacemos es llenar nuestro tiempo de actividad. Es una cruzada permanente contra el dolce far niente. No podemos estar quietos, y cuando lo estamos un minuto, rápidamente cogemos el móvil para “llenar ese hueco”.

Actividad frenética y necesidad incesante de demostrar y demostrarse uno mismo su valía, dan como resultado estrés, insatisfacción y cansancio. Vaya panorama. Es lógico que como sociedad, nos aceche la depresión. Y es lógico también que recurramos a surtidores de endorfina empaquetada. De ahí el éxito de los edulcorantes: “la vida es amarga y dura, date un capricho, toma un dulce”.

Si te bajas de la rueda del hámster, corres el peligro de acabar depresivo y obeso (dos cosas que ahora sabemos suelen ser dos caras de una misma moneda) y si seguimos en la rueda, a veces es simplemente por el miedo a estar depresivos y obesos.

Entonces, ¿no hay salida?

Coincido con Marian Donner en que el problema no eres tú, el problema es el mundo que hemos creado. Un mundo que lo ha convertido todo en un arma contra uno mismo. Incluso la autoayuda, como señala Donner.

Pero siempre hay salida. Siempre.

Te daría una receta contra el cansancio, pero no la tengo. Sí tengo un método de descanso, que a mí me sirve. Tengo la inmensa suerte de haber sido una persona amada cuando era pequeña. Recuerdo a mi madre, y con ella la sensación de ser amada porque sí. Ser querido sin dobleces, sin pedir nada a cambio.

Es lo contrario de la neurosis de hacer, hacer y hacer. Es la sensación de ser. Es la sensación de descanso.

Lleva tu salud a otro nivel

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Fuentes:

Byung-Chul Han. La sociedad del cansancio. Herder Editorial; N.º 1 edición (5 octubre 2012)Álvaro Bilbao. El cerebro del niño explicado a los padres. Plataforma Editorial; Varía edición (9 septiembre 2015)

Marian Donner. Manifiesto en contra de la autoayuda: En defensa de la autodestrucción. Libros Cúpula (15 septiembre 2021)Águeda del Abril Alonso et al. Fundamentos biologicos de la conducta. Sanz Y Torres, S.L.; segunda edición (2 junio 2009)

Un Curso de Milagros. Foundation for Inner Peace; 2nd ed. edición (1 Septiembre 2007)Formación Reset, de Línea Alba.

 

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2 Comments
  • Juan S-C Suárez
    Posted at 17:18h, 18 febrero Responder

    Gracias Ana por otro genial artículo, aunque sea de esas cosas que no nos gusta tanto leer ni reconocer.
    Lo peor es que nos autoengañamos con lo de: «cuando me jubile ya tendré tiempo de tomármelo con más calma…», o «ya descansaré en vacaciones…» y realmente, ¡nadie nos garantiza que estemos vivos o con salud para entonces! Encima de creernos que podemos con todo nos creemos inmortales 😉
    Como bien dices la solución es pararse, conectar con la respiración y con la presencia del momento.
    Saludos

  • PNI - Avocados
    Posted at 06:51h, 21 febrero Responder

    Gracias a ti Juan. Como bien dices, la prisa parece habernos arrebatado la capacidad de decidir en el día a día, que finalmente es la capacidad de vivir. Quizá la pregunta interna para nosotros ante esta situación sería cuestionarnos de dónde surge esa prisa, qué me falta en este momento para querer correr hacia el momento siguiente. Abrazos

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