La curiosidad mató al gato (y emborrachó al hombre)

La curiosidad mató al gato (y emborrachó al hombre)

Culo inquieto

¿Sabías por qué los orientales tienen los ojos rasgados? El motivo último se encuentra en la incesante necesidad del ser humano de investigar y explorar, pero si quieres saber exactamente qué consecuencias tuvo la curiosidad en los ojos de los chinos, sigue leyendo.

La naturaleza curiosa del sapiens

Si quieres que un niño meta su naricilla en un cajón, un armario o en el interior de una puerta, solamente tienes que prohibirle que lo haga. No podemos evitarlo, somos curiosos por naturaleza. Un homo sapiens sano y en plenitud de sus facultades se muestra inquieto, descubriendo cosas desconocidas, explorando nuevos horizontes. Fue nuestra curiosidad la que nos lanzó a la conquista del globo. Cuando un ser humano pierde el interés por el mundo, es que está enfermo.

Polimorfismos

Está bastante extendida la teoría de que el origen del ser humano se encuentra en África. Desde ahí el homo sapiens comenzó diferentes procesos de migración. Migraciones muy lentas (los asentamientos se desplazaban una media de 4 kilómetros al año) pero que progresivamente llevaron a los seres humanos a habitar nuevos ecosistemas.

Al poblar un medioambiente distinto, ese homo sapiens se iba adaptando (o moría). La presión de un medioambiente hostil acelera las mutaciones adaptativas, y de ese proceso de mutación surgen pluses o plusvalías que nos permiten sobrevivir.

De África a Asia voy caminando

Uno de estos largos procesos de migración llevó en su momento a los seres humanos hasta lo que hoy es China. Hablamos de cientos de miles de años, y si como yo, estás pez en geografía, te comento que saliendo de África a la derecha, y una vez atravesado Oriente Próximo, para llegar desde las regiones de India, Nepal y Bután a la zona del Tibet y China, hay que cruzar los Himalayas. El techo del planeta.

Hemos dicho que cuando el medioambiente cambia y se vuelve mortal, es cuando se producen mutaciones en busca de adaptaciones para sobrevivir. Eso es lo que ocurrió en el Valle del Rif después de un movimiento de las placas tectónicas hace 50 millones de años, que progresivamente creó una falla que terminó convirtiendo una selva húmeda en una seca sabana.

Pero no es el caso del homo sapiens que ya había conquistado lo que hoy es La India y Nepal. Entonces, ¿qué llevó al ser humano a cruzar los Himalayas? Pues eso: la curiosidad.

Renovarse o morir

Se defiende la teoría de que los orientales tienen los ojos rasgados como mecanismo de adaptación para protegerlos del frío y el viento. Es una de esas historias bonitas que hacen pensar que la evolución es inteligente. Ya hemos hablado en otra ocasión sobre este tipo de confusión.

Pero la evolución no es inteligente. No es que a esos exploradores del Himalaya el viento les azotara los ojos y por adaptación les nacieran niños con los ojos rasgados. Es importante saber que las mutaciones solamente se dan cuando el medioambiente resulta mortal. Y no te mueres porque el viento te golpee los ojos.

Eso no quita para reconocer que el Himalaya es un medioambiente mortal. En concreto, de frío mortal. Una vez que el ser humano se encontró en un hábitat tan diferente como son los cinco o seis mil metros de altura, la cosa debió ponerse tensa. Tanto, que no lo le quedó más remedio que mutar o morir.

El proceso evolutivo

Ante una situación de emergencia para la vida, la presión evolutiva se pone en marcha, pero no de manera “inteligente” o “dirigida”.

Las mutaciones simplemente se dan en los individuos de forma espontánea. Si dicha mutación no te permite sobrevivir, sencillamente te mueres. Si por el contrario, la mutación te aporta algo para tu supervivencia, entonces sigues adelante, tienes hijos y, con suerte, algunos de ellos heredan esa ventaja.

Así que después de que muchos “proto-orientales” perecieran en el intento de cruzar los Himalayas, una mutación en un gen les permitió superar el frío y la altura, permitiéndoles usar la grasa blanca para su termorregulación.

Efectos colaterales

Curiosa y casualmente, ese mismo gen que permitió a los orientales su termorregulación a partir de la grasa blanca, también es responsable del pelo oscuro y liso, de los ojos rasgados o del tamaño del pene.

Y finalmente, de sus borracheras. Resulta que en el metabolismo de la descomposición del etanol participan varios sistemas enzimáticos, sobre todo las enzimas ADH (alcohol deshidrogenasa) y ALDH (aldehído deshidrogenasa). Una variante de la ADH oxida el etanol con mayor velocidad, lo que acelera los efectos del alcohol en el organismo. Los asiáticos poseen esa variante enzimática en mayor proporción que los europeos.

Así que el mismo gen que impulsó a los orientales por encima del Everest, resulta ser el “tío del mazo” que los deja K.O. a golpe de sake.

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Fuentes:

Yuval Noah Harari. Sapiens. De animales a dioses: Breve historia de la humanidad. DEBATE.

Izquierdo, M. Intoxicación alcohólica aguda. Unidad de Alcoholismo. Hospital Psiquiátrico. Plasencia. Cáceres. 2006.

Yolanda Santiuste Blázquez. Reset, encuentra tu salud. Línea Alba.

 

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