04 Oct Estrategias de supervivencia: ¿competir o colaborar?
El triunfo evolutivo de la cooperación
Homo sapiens es ante todo un animal social. La cooperación es nuestra clave para la supervivencia y la reproducción.
Esta característica no es exclusiva del ser humano, por supuesto. La teoría evolucionista de Charles Darwin se usó partidariamente durante años para entronar el paradigma evolutivo del más apto. La idea de la selección natural a través de la competencia inmisericorde entre individuos casaba perfectamente con una época, la de la Revolución Industrial, en la que se imponía el modelo capitalista.
Cooperación celular
Pero esta interpretación de El Origen de las Especies resulta simplista. Hace un par de meses, un artículo del New York Times actualizaba la importancia del trabajo de la bióloga Lynn Margulis durante la primera mitad del siglo pasado.
Margulis descubrió que las células sencillas (procariotas) habían dado lugar a células más complejas (eucariotas) mediante la integración por simbiosis, en una relación de mutuo beneficio. Es decir, las células más simples son capaces de colaborar entre ellas para dar lugar a estructuras más complejas. Este mecanismo está en el origen de los órganos complejos como las mitocondrias. Sin esta cooperación, la vida se reduciría a un vasto océano de bacterias.
Hablando en términos absolutos: los animales complejos como los mamíferos no existiríamos sin la capacidad de colaboración de las células.
Clasismo animal
Hay mamíferos que han desarrollado vínculos y relaciones sociales muy complejas. También durante estos días se ha publicado un vasto estudio que revela cómo las crías de hiena heredan la clase social de sus madres, lo cual fortalece la estabilidad grupal al mismo tiempo que prolonga la esperanza de vida de las hienas “de clase alta”, al contar con más aliados y proporcionarles acceso prioritario a la comida.
Make love, not war
Los bonobos, que posiblemente sean nuestros parientes más cercanos (con el permiso del chimpancé) desarollan un sistema social enorme basado en relaciones de afecto y sexuales, que estrechan los lazos de la comunidad además de aliviar las tensiones de manera pacífica. “Make love, not war”, que diría un bonobo.
El lenguaje, catalizador de las relaciones sociales
Hace 70.000 años, el hombre adquirió unas capacidades cognitivas asombrosas. En el periodo que va desde esta fecha hasta hace 30.000 años, el sapiens fue capaz de idear barcas, lámparas de aceite, arcos, flechas y agujas de coser. El origen de este salto cognitivo nos es desconocido, pero su consecuencia más drástica fue el desarrollo de un lenguaje especialmente flexible, que nos permite absorber, almacenar y comunicar una cantidad de información impresionante sobre nuestro mundo.
Citando a Harari: “un mono verde puede gritar (en su lenguaje): “¡Cuidado, un león!”, pero una humana moderna puede decirles a sus compañeras que esta mañana, cerca del recodo del río, ha visto un león que seguía a un rebaño de bisontes. Después puede describir la localización exacta, incluidas las diferentes sendas que conducen al lugar”.
Tal precisión lingüística nos permite seguir la trama cambiante de relaciones que se dan dentro de una comunidad social, lo que fomenta y fortalece los lazos entre los individuos.
La importancia del cotilleo
El refinamiento humano del lenguaje aplicado a las relaciones sociales es el cotilleo o chismorreo. Quizá te parezca banal, pero la brillante teoría de la historia de la humanidad de Harari en Sapiens: de Animales a Dioses, se fundamenta, en parte, en esta habilidad.
El canal de información ingente y constante que es el cotilleo nos permite conocer y comunicar los entresijos más finos que se dan en el seno de una comunidad. Gracias a esta información, se pueden establecer relaciones de confianza más fuertes, lo que permitió en su momento la expansión en número de los grupos de homo sapiens.
Quien lo iba a decir: ¡Cotillear es una ventaja evolutiva! (ADVERTENCIA: no uses la biología como excusa para saber más de la cuenta sobre tu vecino 😉
Cuéntame un cuento
Además del cotilleo, el salto cognitivo que dio el sapiens hace 70.000 años posibilitó otra característica esencial para nuestro triunfo como especie: la capacidad abstractiva. Sí, solamente el homo sapiens es capaz de hablar de cosas que no existen.
La capacidad de abstracción nos permitió crear ficciones, y crearlas además colectivamente. Las implicaciones de esta habilidad cognitiva son infinitas. Para el hombre primitivo, significó elaborar mitos en torno a los cuales unirse en comunidades cada vez más grandes, que compartían “una idea común”.
El ser humano se siente parte de un pueblo, y se reconoce como tal cuando se encuentra con un paisano, aunque no lo conozca personalmente. “Pueblo”, además de ser una realidad geográfica, es ante todo una idea, la idea de una comunidad con lazos comunes. Lo mismo puede decirse del dinero: los billetes no son más que papeles. Si tienen algún valor, es gracias a que una comunidad enorme de personas comparte una idea común sobre el valor de ese papel. Sin le mente abstracta y los mitos compartidos, nuestra compleja vida social sería imposible.
Antisocial y enfermo
Somos los animales que más hemos desarrollado y sublimado las potencialidades de la relación social. Somos cooperativos por pura evolución. El bienestar y la felicidad mental del ser humano dependen en gran medida de nuestra salud social.
De hecho, se ha estudiado de qué manera los trastornos sociales pueden hacer mella en nuestro sistema inmune, favoreciendo la aparición de enfermedades. Del mismo modo, en una entrada anterior hicimos mención a la manera en que la inflamación crónica de bajo grado se relaciona con estados depresivos.
Diseñados para las relaciones
Como homo sapiens, estás diseñado para la relación. Se dice que los órganos pares del organismo, a un nivel psicosomático, simbolizan nuestras relaciones: los riñones filtran lo que nos viene de afuera, nos ayudan a soltar aquello que no nos sirve.
De las relaciones que nos facilitan los órganos sexuales no es necesario hablar, pues es evidente su empleo.
Y los pulmones nos ponen en contacto con el aire, el aire que todos compartimos. Por mucho que queramos aislarnos del mundo, la respiración nos recuerda a cada instante que estamos relacionados con todo.
Propuesta AvocadosPNI
Cultiva tus relaciones, fortalece tus amistades, y entrena una actitud abierta a nuevas conexiones con tus otros parientes sapiens. Sé curioso como solo un sapiens puede serlo. Tu salud física y mental te lo agradecerán.
Fuentes:
Sabina Caula y Sandra Caula. Más Margulis, menos Darwin. The New York Times, 18 de julio de 2021.
Frans de Waal. El mono que llevamos dentro. Editorial: Tusquets Editores S.A.
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